jueves, 29 de octubre de 2015

Una profecía de 1945



    

En los años 40, un anuncio de  Capital Transit Co. pregonaba qué pasaría si los usuarios de tranvías y autobuses cambiaran aquel sistema público por el vehículo privado.

Un par de décadas bastaron para que aquel anuncio deviniera una realidad, las calles de la mayoría de ciudades del orbe se llenaron de automóviles y ciclomotores cambiando de nuevo nuestra forma de vida.

Recuerdo en mi niñez, hacia 1960, unas calles amplias prácticamente vacías de vehículos. En poco menos de 10 años los automóviles lo ocupaban todo, recuerdo los paseos centrales de la Gran vía convertidos en parkings donde apenas se podía caminar; pronto los nuevos edificios comenzarían a  construir garajes en sus sótanos y el ayuntamiento escavaría las calles del centro para construir grandes parkings subterráneos.

La popularización del  automóvil interrumpida por la segunda guerra mundial, llegaría a su culminación en la década de los setenta, las calles convertidas en autopistas, se iniciaba la construcción de los cinturones de Ronda y los famosos túneles del Tibidabo; el tranvía dejó las calles de nuestra ciudad como de muchas otras y los nuevos autobuses no conseguían el puesto que áquellos ocuparon en el orden urbano que había conquistado el vehículo privado.
Sin embargo, la autonomía que este nuevo medio nos ha podido aportar, no nos ha hecho más libres ni más felices.

Paralelamente a la aparición del automóvil, la forma de vida urbana cambió la posibilidad de disponer de un vehículo para desplazarnos más lejos, contribuyó a la aparición de las urbanizaciones, primero las "torres de fin de semana", la familia se desplazaba a parcelas que ocupando zonas antes agrícolas o forestales se iban urbanizando, pronto las montañas de las poblaciones situadas a media distancia de la ciudad se parcelarían, destrozando en muchos casos lo que antes eran hermosos parajes.
Por otro lado las factorías dejarían la ciudad para convertir las zonas agrícolas en polígonos industriales.

Todo ello precisaba de nuevas vías urbanas por lo que se inicio la construcción de autopistas, nuevas y enormes extensiones de asfalto y hormigón cubrieron la tierra.
Sin embargo conforme iban construyéndose más carreteras y autopistas, aparecían mas vehículos y el tránsito urbano cada vez se ha ido saturando,  con lo que la velocidad cada vez se ha reducido de forma exponencial; hoy para recorrer 20 kilómetros urbanos, se requiere casi una hora en automóvil, por lo que los desplazamientos hogar- trabajo nos roban dos y a veces más horas de nuestro tiempo.
La pregunta es entonces ¿hemos mejorado nuestra calidad de vida?