lunes, 30 de mayo de 2016

VIATGES ENTRETINGUTS EN TRAMVIA V i darrer


    I ara sí que arribarem a Barcelona. Si no estaríem tant com el tramvia, i això no pot ésser. Seria una vergonya. Correrem tant com podrem, car és tard i vol ploure. Vet aquí que al costat de l'estació del Poble Nou, hi fan una església. La gent que va al tramvia diuen que és per enter­rar-hi els morts de tota mena, que fa durant el seu recorre­gut, inclòs els que es moren d'avorriment a dins del cotxe. No està mal. Té, ja som als Quatre Cantons. Passa una mena de desferra que mirada, detingudament, resulta que és una Catalana antiga; hom es consola en veure-la, per què pensa que al món sempre hi ha un pitjor. 
La rambla del Poble Nou, Parada. El carrer de Catalunya, més parada. La fàbrica de glucosa, feta de sorra mastegada, més parada. I aquí, en arrencar, el tramvia fa uns bots com una cabra jove, perquè agafa el desvio malament. Hom pensa que si el tramvia no tingués la pràctica que té, ja hauria descarrilat. Llàstima, perquè sempre és un espectacle di­vertit. Som al pas a nivell i aquí sí que ens hem d'aturar. Hi ha la barrera posada i a banda i banda, un reguitzell de tramvies, autos, carros, autobusos, camions. Un disc vermell, col·locat dalt d'un pal, toca, a combregar. Passa el tren de Granollers-passi-ho bé, tren. -I després obren la barrera, i es veu un encreuament de vehicles de tota mena que fa rodar el cap. En passar per damunt de les vies del tren, el tramvia torna a saltar com una cabreta.



Hi deu tenir afició. Tombem; en ésser al Pont dels Àngels, el tramvia es gronxa rítmicament igual que una deixebla d'en Llongueras. Filla, que és bonic! Al carrer de Pujades s'atura, i salta un soldat. Arribem al Parc. En aquí la parada és èpica. En efecte, comencen a baixar cistells i més cistells, bultos i més bultos, ampolles de tots tamanys i paquets de totes mides. Després baixen les persones a grapats. Sembla que les llencin. Dones grasses amb criatu­res a braç, homes que parlen castellà, Un guàrdia urbano i un recader. No obstant, el tramvia encara va ple. l encara són plenes les plataformes. Sembla allò del miracle de Sant Ferriol.
Al carrer de Comerç en baixa una altra tongada, amb els atuells consegüents. I arrenca novament cap a l'Arc de Triomf. A mig camí fa una sotragada i s'atura. Què ha passat? 
  Els passatgers miren afora i no es veu res. Els empleats també. Toquen les rodes del cotxe, i res. A un d'ells se li acut mirar el trolley i veu que ha crescut. Han de pujar dalt del cotxe, tornar-lo a arronsar i aleshores el tramvia torna a caminar fins al susdit Arc, on es para altre cop --que ha de fer, pobret!-- i deixa baixar una altra tongada de personal. Ara sí que s'hi comença a conèixer. Ja 'es poden estirar les cames, i en fer-ho, grinyolen les frontisses. Ja podem caragolar un cigarret i encendre'l sense por de provocar un incendi. I ja som, quasi bé a' lloc. Manca solament arribar al carrer de Trafalgar, que és molt poca cosa.
Naturalment, s'hi arriba, però el tramvia s'ha d'esperar encara, perquè a dintre. hi ha dos cotxes de Sant Andreu, un 41, dos 42, tres 70 i un especial que va a Sant Adrià. .
Davant d'aquest panorama, fem una determinació heroica. Baixar! No us vull explicar la maniobra complica­díssima que s'ha de fer per treure tramvies i fer entrar als que s'esperen, perquè seria un mai acabar. Si el tramvia té dret, que el té d'abusar del que viatja anc que pagui, jo no em crec tenir dret de fer-ho amb el que llegeix. Apa, siau!
Salto, doncs, i miro el rellotge. Se m'ha parat, compro un diari i veig, amb gran astorament, que som al 6 d'agost.

Mare de Déu, si quan jo vaig sortir de Badalona érem al juliol! Hem passat quasi bé una setmana. Em toco la cara hem trobo una barba autèntica. Potser m'he fet vell i tot. I me'n vaig avall mig resignat, mig melancòlic, tot i pen­sant que no podré fer res del que havia de fer, perquè no­ trobaré a ningú, i convençut de què em tindran per un informal, he disposat a no parlar-ne mai més, encara que m'instiguin a fer-ho. Prou. ­
AYAM      


544- L'ESQUELLA DE LA TORRATXA 21 d'agost de 1925



VIAJES ENTRETENIDOS EN TRANVÍA



V y último.




Y ahora sí que llegaremos a Barcelona. Si no tardaríamos tanto como el tranvía, y eso no puede ser. Sería una vergüenza. Correremos tanto como podamos, puesto que es tarde y quiere llover. 
He aquí que junto a la cochera del Pueblo Nuevo, construyen una iglesia. La gente que va al tranvía dice que es para enterrar los muertos de todo tipo, que hace durante su recorrido, incluido los que se mueren de aburrimiento dentro del coche. No está mal.
Vaya, llegamos a los “Quatre Cantons”. Pasa una  chatarra que mirada, detenidamente, resulta ser una Catalana antigua; y uno se consuela al verla, por qué piensa que en el mundo siempre hay quien va peor.
La rambla del Pueblo Nuevo, parada. La calle de Catalunya, más parada.
A la izquierda la fabrica de la Glucosa, aquí se desviaba la linea del Poble Nou  o 41. 

 La fábrica de glucosa, hecha de arenisca, más parada. Y aquí, al arrancar, el tranvía salta como una cabrita, porque coge mal el desvío... Uno piensa que si el tranvía no tuviera la práctica que tiene, ya habría descarrilado. Lástima, porque siempre es un espectáculo divertido. Llegamos al paso a nivel y aquí sí que nos tenemos que detener. La barrera está puesta y a ambos lados, una retahíla de tranvías, autos, carros, autobuses, camiones. Un disco rojo, colocado arriba de un palo, toca, a comulgar.
El paso a nivel con la linea de Granollers, poco trecho antes del Pont dels Àngels.

Pasa el tren de Granollers-páselo bien, tren. -Y después abren la barrera, y se ve un cruce de vehículos de todo tipo que da mareo... Al pasar por encima de las vías del tren, el tranvía vuelve a saltar como una cabrita, debe de tener afición. Giramos y al llegar al Pont dels Àngels, el tranvía se columpia rítmicamente igual que una discípula de  Llongueras. Hija, que  bonito!

Calle de Pujadas
 En la calle de Pujadas se para, y salta un soldado. Llegamos al Parque. Aquí la parada es épica. En efecto, empiezan a bajar cestos y más cestos, bultos y más bultos, botellas de todos tamaños y paquetes de todas medidas. Después bajan las personas a puñados. Parece que las tiren. Mujeres gruesas con criaturas a brazos, hombres que hablan castellano, un guardia urbano y un recadero. No obstante, el tranvía todavía va lleno. Y todavía van llenas las plataformas. Parece aquello del milagro de Sant Ferriol. En la calle de Comercio   baja otro grupo, con las vasijas consiguientes. Y arranca nuevamente hacia el Arco de Triunfo. A medio camino da una sacudida y se para.¿Qué ha pasado? Los pasajeros miran afuera y no ven nada. Los empleados también. Tocan las ruedas del coche, y nada. A uno de ellos se le ocurre mirar el trole y ve que ha crecido. Tienen que subir arriba del coche, volverlo a encoger y entonces el tranvía vuelve a andar hasta el susodicho Arco, donde se para otra vez --¡que ha de hacer, pobrecillo!-- y deja bajar otra tongada de personal. Ahora sí que se empieza a notar. Ya se pueden estirar las piernas, y al hacerlo, gañen las bisagras. Ya podemos liar un cigarrillo y encenderlo sin temor a provocar un incendio. Y ya casi hemos llegado a destino. Falta solo llegar a la calle de Trafalgar, que es muy poca cosa.


Naturalmente, se llega, pero antes el tranvía  tiene que esperarse todavía, porque allí, hay dos coches de Sant  Andreu, un 41, dos 42, tres 70 y un especial que va a Sant Adrià. .
Ante este panorama, tomamos una determinación heroica. Bajar! No os quiero explicar la maniobra complicadísima que se tiene que hacer para sacar tranvías y hacer entrar a los que se esperan, porque sería un nunca acabar. Si el tranvía tiene derecho-que lo tiene-de abusar del que viaja, aun que pague, yo no creo tener derecho de hacerlo con el que lee.
Apa, siau!
Salto, pues, y miro el reloj. Se me ha parado, compro un diario y veo, con gran asombro que es el 6 de agosto.
Chiste de Cesc, años sesenta


¡Virgen Santa
, si cuando yo salí de Badalona era julio! Hemos pasado casi una semana. Me palpo la cara y encuentro una larga barba. Quizás he envejecido . Y  marcho medio resignado, medio melancólico, pensando que no podré hacer nada de lo que planeaba, porque no encontraré a nadie, y convencido de que me tendrán por un informal, he dispuesto no contarlo a nadie, nunca más, aunque me instiguen a hacerlo.
AYAM




domingo, 22 de mayo de 2016

VIATGES ENTRETINGUTS EN TRAMVIA IV




Hace unos meses me ocurrió un pequeño incidente, que casi de inmediato relacioné con un chiste de Castanys, publicado en Patufet en los años veinte: Como en casa no soy el más avanzado en eso que ahora se denominan nuevas tecnologías, de unos años ahora, uso el teléfono móvil más antiguo de casa y hasta hace muy poco usaba uno de los que diríamos no-smartphone, es decir simplemente teléfono.
Cuando este último dejó de funcionar, ya no quedaba en casa ninguno de estas características y heredé uno de mi hijo pequeño, de estas nuevas versiones.
Adaptarme a él ha sido y aún es todo un esfuerzo y en muchas ocasiones se me queda desconectado por falta de batería o bloqueado por razones que me son difíciles de encontrar.
Hasta ahora estos utensilios solo me han sido útiles, además de su propia función comunicadora, como despertador y al disponer de varias alarmas se me ocurrió poner una para avisar que salía tarde de casa por la mañana.
Pues bien, cierto día al coger el tren en Sant Andreu con dirección a Sants, comenzó a sonar la alarma del teléfono.
Aquel día iba tarde, y tal vez atolondrado, de tal manera que por más que pulsaba los iconos de la pantalla, la alarma que cada vez sonaba más fuerte no dejaba de sonar.
Una señora sentada unas filas delante me lanzó un improperio, otros pasajeros me miraban entre socarrones y molestos por aquel ruido. Finalmente un compañero de banco me indicó ¿Y si le saca la batería?...
De hecho hacía un rato que me estaba peleando con el artefacto, intentando desmontarlo.
Solo me faltó la agilidad mental para explicar a la concurrencia:
: és que se m'havia adormit una cama!   

Con esta anécdota retomamos esta serie de humor tranviario que hacía mucho habíamos dejado olvidada y que tanta falta nos hace en estos tiempos.
Regresamos al viaje desde Badalona relatado por Jaume Pasarell.

VIATGES ENTRETINGUTS EN TRAMVIA
IV

Hom, en escriure, té la sensació que el que fa ho llença dintre el pou sense fons de la indiferència. Per això es deixa perdre les coses.  Així anava a succeir amb aquestes cròniques. Què en traurem de dir o deixar de dir, si ningú no en fa cas? Però, heus aquí que darrerament, l'autor ha rebut cartes de desconeguts encoratjant-lo i pregant-li que insistís.

A1gunes l'animaven a fer una campanya. Encara que el servei de tramvies sigui una cosa incommensura­ble i abracadabrant, ço no vol dir que hom s'hagi d'estirar els cabells amb desesperació i menys que tingui de fer míting sobre míting. Via fora, les actituds melodramàtiques!
No obstant continuarem, car hi ha qui ens empeny  i també perquè la matèria és tan abundant que es podria anar escrivint fins a l'any 2000 sense por d'acabar les reserves.
Bé, doncs. Si mal no recordem-hom no rellegeix mai el que escriu, té por de penedir-se'n--érem camí de l'es­tació de Sant Martí; hi anàvem a pas de caragol, plens a barrotar i amb un cobrador que t'ha de saltar per damunt per anar a cobrar bitl1ets a l'extrem del cotxe. Si hom estés d'humor faria una descripció bucòlica del paisatge, amarat de sol, de la verdor dels camps de patateres, que arriben fins a mar; de la poesia -d'en Clavé- que tenen les roges xemeneies fumejants d'E. E. de Catalunya, de la flaire característica que es copsa en passar per davant d'un reguerot que es perd entre els camps... Però, no. Hom va premsat al tramvia  i com es pot comprendre. encara que volgués, no s'hi pot posar en un estat d'ànim pròxim al cinisme.

    Sobre que hi ha el perill de les -trepitjades i aquest perill inspira idees sanguinàries.
Deixarem-ho per una altra ocasió--el dia que poguem anar amb auto i seguim els nostre... calvari? Som a l'es­tació? No encara. Manca un bon tros. Just hem passat la Riera d'Horta, on el tramvia navega entre pujades. baixades i corbes, i on els remolcs es dediquen a sotra-queixar-se sorollosament perquè tenen ganes d'anar-se'n a jaure damunt dels camps de patateres. Ai, la mare, que hem sento mullen als peus! Potser un nen que s'ha fet pipí!


Miro, traient el cap per entremig d'un cistell i una esquena de dona que sembla un turó, i veig que s'ha trabucat una ampolla de vi de vuit porrons, escampant per terra el convincent xarel·lo de Sant Adrià. Llàstima de beguda i llàstima de xicot, el qui porta l'ampolla, que es posa a plorar perquè té por que en arribar a casa l'estovin.
Parada. Això vol dir que el tramvia s'atura, Baixen uns passatgers que es dirigeixen a câ'n Conillas, Hi deuen anar a menjar herba. Arrenca, Ara li costa perquè el remolc s'ha enfarregat i grinyola com una criatura quan fa una rebequeria. El cotxe, però, pren embranzida i sel emporta d'una revoltada fins a l'estació, on es decideix retirar-lo.

Un consell de guerra, format de gent engalanada que dura un quart d'hora ho decideix desprès de molt discutir, sense que n'hi posin cap altre. Ja ho diuen que de la discussió ve la llum. El desenganxen i llavors vénen les empentes i els crits. La gent baixa del remolc esverada i els que seien, s'han de quedar drets i criden, diuen mal del servei, insulten als empleats, els quals s'ho. escolten, naturalment, com qui sent ploure, i, finalment, marxa el tram­via, millor dit, el cotxe motor sol, abarrotat de gent.


Per a arribar a la Plaça d'Urquinaona hi manquen aquelles vint o vint-i-dues parades. Amén,
AYAM       

(508- L'ESQUELLA DE LA TORRATXA,  Barcelona 7 d'agost de 1925)


Continuará




ENTRETENIDOS VIAJES  EN TRANVÍA

IV

  Al escribir, se tiene la sensación que   tira lo escrito dentro del pozo sin fondo de la indiferencia. Por eso se dejan perder las cosas.

 Así iba a suceder con estas crónicas. ¿Qué obtendremos de lo escrito, si nadie hace caso? Pero, he aquí que últimamente, el autor ha recibido cartas de desconocidos alentándolo y rogándole que insistiera. 
 
Algunas me animaban a hacer una campaña. Aunque el servicio de tranvías sea una cosa inconmensurable y abracadabrante, lo que no quiere decir que uno se tenga que estirar los cabellos con desesperación y menos que tenga de hacer mitin sobre mitin, descartemos las actitudes melodramáticas!
No obstante continuaremos, puesto que hay quién nos empuja y también porque la materia es tan abundante que se podría ir escribiendo hasta el año 2000 sin temor a acabar las reservas.
Bien, pues. Si mal no recordamos- no releo nunca los escritos, por temor a arrepentirse. 
Estábamos camino de la cochera de Sant  Martí; íbamos a paso de tortuga, llenos a abarrotar y con un cobrador que te tiene que saltar por encima para ir a cobrar billetes al otro extremo del coche.


Si tuviera humor haría una descripción bucólica del paisaje, iluminado por el Sol, del verdor de los campos de patateras, que llegan hasta el  mar; de la poesía -de   Clavé- que tienen las rojas chimeneas humeantes de  E.  E. de Cataluña, del olor característico que se coge al pasar por ante un torrente que se pierde entre los campos... Pero, no. Se va prensado al tranvía y cómo  puede comprenderse. Aunque quisiera, no se puede tener un estado de ánimo próximo al cinismo.
Además está el riesgo que hay  de los  pisotones  y esto  inspira ideas sanguinarias.
Dejémoslo para otra ocasión--el día que podamos ir en auto y seguimos los nuestro... calvario? Estamos en  la cochera? No todavía. Falta un buen trozo. Justo hemos pasado la Riera de Horta, donde el tranvía navega entre subidas, bajadas y curvas, y donde los remolques se dedican a quejarse ruidosamente porque tienen ganas de irse a yacer encima de los campos de patateras.
Puente de la carretera de Barcelona a Francia (Pere IV) sobre la riera de Horta.

Ay, madre, que siento mojar mis pies! Quizás un niño que se ha hecho pipí!

Miro, sacando la cabeza por entremedio un cesto y la espalda de una mujer que parece un cerro, y veo que se ha volcado una garrafa de vino de ocho porrones, esparciendo por tierra el convincente vino  de Sant  Adrià. Lástima de bebida y lástima de muchacho, que traía la garrafa, y que se echa a llorar porque tiene miedo que al llegar a casa lo apalicen. 
Parada. Esto quiere decir que el tranvía se para, Bajan unos pasajeros que se dirigen a casa Conejas, deben de ir a comer hierba.
Arranca, Ahora le cuesta porque el remolque se ha agarrotado y gañe como una criatura cuando hace una pataleta. El coche, pero, toma impulso y se lo  lleva   hasta la estación, donde se decide retirarlo.
La estación o cochera de Sant Martí.

Un consejo de guerra, formado de gente engalanada que dura un cuarto de hora  lo decide tras mucho discutir, desprenderlo,  sin que pongan ningún otro.

Ya lo dicen que de la discusión viene la luz. Lo desenganchan y entonces vienen los empujones y los gritos. La gente baja del remolque atolondrada y los que estaban sentados, se tienen que quedar de pie y reclaman por  mal el servicio, insultan a los empleados, los cuales se lo escuchan, naturalmente, como quién oye llover, y, finalmente, marcha el tranvía, mejor dicho, el coche motor solo y abarrotado de gente.

Para llegar a la Plaza de Urquinaona quedan unas veinte o veintidós paradas. Amén,

AYAM